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La vida de los jóvenes españoles está en pausa. Pasan las crisis pero sus proyectos emancipatorios no remontan porque sus salarios no dan para ello. Pero esta pescadilla que se muerde la cola, el círculo vicioso entre la precariedad y el elevado precio de las viviendas, mantiene en casa al 81% de los jóvenes entre 16 y 29 años. Solo el 19% restante se pueda independizar, y esta es la cifra más baja desde 2002, según el Observatorio de Emancipación correspondiente al segundo semestre de 2018, presentado este jueves por el Consejo de la Juventud, un espacio de participación juvenil que agrupa a medio millón de jóvenes. Hace 10 años, en plena tormenta económica, la cifra llegó a ser del 26%.
Considerando el sueldo medio de este grupo de edad (unos 940 euros al mes), en el informe se estima que para afrontar el coste de una vivienda en solitario, incluyendo el alquiler y los gastos, los jóvenes que quieran mudarse a vivir solos deberían aportar el 91,2% de su sueldo. Hace 10 años, el porcentaje era del 57,4%. Lo equilibrado es el 30%.
Eso es lo que le gustaría pagar a Ismael González, administrativo en una empresa en Madrid. "Vivo con mis padres porque no puedo permitirme hacerlo solo. Tengo un contrato temporal por el que cobro 1.100 euros y por menos de 700 no veo nada decente", explica este chico, de 21 años.
El estudio, con datos de la Encuesta de Población Activa y de la Encuesta Continua de Hogares, aporta cifras sobre emancipación —independientemente de si estudian y los mantienen sus padres— y sobre las dificultades que afrontan quienes sí están trabajando. Pero no aporta datos sobre la voluntad de los jóvenes. "Es una laguna en el sistema de información. Es cierto que en España, de media, nos emancipamos más tarde: en 2018 fue a los 29,5 años, frente a los 18,5 de Suecia", apunta Joffre López, el sociólogo que ha elaborado el informe. "En otros países europeos hay más cultura de la independencia: para hacerse adultos hay que salir de casa. Aquí no, se hacen adultos allí, sin asumir responsabilidades. Estudian, buscan pareja y después se van", añade la doctora en Sociología Almudena Moreno. Las cifras la avalan. La tasa de emancipación de los 25 a los 29 años está en el 40%. "Lo que ha cambiado en estos años es la precariedad, que se ha agudizado".
El retroceso se produce pese a la mejora de los datos de empleo para el colectivo. En 2018 fue la primera vez desde 2010 en que la tasa de ocupación de la población joven superó el umbral del 40% al cierre de un año, un crecimiento que comenzó en 2016. Se han reducido tanto la temporalidad como la parcialidad. El problema es que el 55,5% de los jóvenes sigue teniendo un contrato temporal, frente al 26,9% del conjunto de la población. La cifra era casi 10 puntos inferior (45,8%) hace ocho años. Además, más del 25% tiene un trabajo parcial. Y la creación de empleo no es paritaria. En el cuarto trimestre de 2010, la tasa de ocupación era del 42% para las mujeres y del 43% para los hombres. Ahora, del 38,8% para ellas y del 42,6% para ellos.
A todo ello es preciso sumar la sobrecualificación: el 44,6% de quienes tienen estudios superiores desempeña labores para las que bastaría con una titulación académica inferior. Mientras, el precio de la vivienda en alquiler continúa subiendo. En el conjunto de España, el incremento de 2017 a 2018 fue del 9,28%, según se apunta en el informe. La consecuencia es que solo el 15,6% de quienes abandonan el domicilio familiar pueden afrontar los gastos de una vivienda en solitario. Son 196.267 personas. Y aquí la brecha de género es llamativa: el 23% de hombres frente al 10,4% de mujeres.
A final de 2018, el 59,2% de los jóvenes de 16 a 29 años vivía de alquiler, una cifra algo menor que en el mismo periodo del año anterior (60,6%). “Lo más sorprendente es que el retroceso no se ha traducido en un movimiento hacia la propiedad [el 17,4% tiene vivienda con una hipoteca y el 11,6%, sin pagos pendientes], sino hacia una modalidad que antes era casi anecdótica: cesión de viviendas”, se apunta en el informe. El 11,8% de los jóvenes que se han emancipado reside en domicilios que les han dejado. En 2014, el primer año en que existe un dato comparable, la cifra era del 7%.
La realidad es que ahora mismo gran parte de los jóvenes no pueden permitirse vivir en alquiler, pero tampoco comprarse una vivienda. El precio máximo tolerable, según han calculado en el Observatorio, sería de 81.339,4 euros, pero el coste medio de las viviendas de segunda mano es de 158.110 euros, y de 181.030 en el caso de que sean de nueva construcción. Además, si se van de la casa familiar tienen más riesgo de caer en situación de pobreza o exclusión. La tasa se sitúa en el 34,8%, el valor más bajo en los últimos cuatro años. Pero esta cifra ha avanzado entre la población joven que tiene empleo, según se recoge en el estudio.
“La pobreza juvenil empieza a ser una epidemia en España. Hemos asumido que ser joven equivale a ser precario”, critica Manuel Ramos, presidente del Consejo de la Juventud de España. Reclama un cambio de mentalidad. Que se eliminen las prácticas extracurriculares, “en las cuales los jóvenes pasan a cubrir puestos estructurales” y se regulen los periodos de formación, con remuneración y correctamente “tutorizados”. Y, sobre todo, insiste en más políticas de juventud. “Pedimos una comisión en el Congreso y, al menos, una secretaría de Estado que dependa de Presidencia del Gobierno y que pueda coordinar estas iniciativas, que son transversales”, insiste.
“La cuestión de los jóvenes y la vivienda es un drama histórico. Hace muchos años que se arrastra”, lamenta Joffre López. Todo se deja en manos de la capacidad de la gente joven para encontrar casa en el mercado libre. Y muchas veces tienen que contar con ayuda de sus padres o recurrir a compañeros de piso, que no necesariamente amigos, para poder afrontar los gastos”, prosigue. “Que puedan independizarse depende de condiciones externas, como el mercado de trabajo y la vivienda. No pueden controlar estos factores. Es dramático, pero lleva muchos años siendo así”, dice. Una “tormenta perfecta”.
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